La inspiración viene y se
va, igual que esta angustia que recorre mi cuerpo. Hay días que va bien, días que
va mal, pero siempre hay algo que consigue que me olvide. Una conversación, una
sonrisa, tres tonterías que me alegran , alguien que confía en mi o un
abrazo que me reconforta.
Pero cada día se acaba,
vuelvo a la misma trampa de la que salgo con los cascos puestos, con música de
fondo esperando que el día me depare algo más. Me tumbo en la cama rodeada de paredes
que me gritan, cuestionan mis acciones y no me dejan respirar. Es la soga que
me ahoga y de la que no puedo escapar, estoy atrapada en una cárcel en la que
ni por la ventana pasan los rayos del sol.
En mi mente se acumulan
palabras que retumban, y comienzan aglomerarse hasta que como las nubes, ciegan
todo mi ser. Lo que más duele son los relámpagos que impactan n mi sien, queman cada centímetro de mi y no dejan más
que cicatrices invisibles a cualquiera. Lo que ayer creí un logro, hoy no es más que
una decepción mas, ver como nada avanza , que si me estanco no hay nadie que me
tienda la mano, me saque del agujero y me cure las heridas. Nadie con quien
compartir sueños, alcanzar metas o simplemente disfrutar una sonrisa que me
devuelva la vida. Porque no hay nada que
canse más que andar entre distintos corazones que no aportan a tu vida más que
decepciones.
Que lo más valioso que se
puede tener es una persona que esté ahí día a día, ofreciéndote su mejor
sonrisa, que este en los buenos y en los malos momentos, a la que poder acudir
cuando no quieras nada más que una simple caricia sin pedirla. Lo que cuesta es
encontrar a alguien que, al entrar en tu vida, quiera vivirla contigo,
disfrutando el viaje, el paisaje y la compañía en un trayecto sin fin. Lo fácil es
estar con personas que; como entran en tu vida se van , quizás con tu corazón
debajo del brazo , pero que por cualquier cosa por la que estés pasando no se
va a molestar en apoyarte o ofrecerte un hombro en el que llorar, porque no eres más que un simple transbordo con el que
esa persona va a llegar a su destino dejándote a ti en un andén sin salida.