miércoles, 21 de noviembre de 2012

Viaje de ida pero no de vuelta.


La inspiración viene y se va, igual que esta angustia que recorre mi cuerpo. Hay días que va bien, días que va mal, pero siempre hay algo que consigue que me olvide. Una conversación, una sonrisa, tres tonterías que me alegran , alguien que confía en mi o un abrazo que me reconforta.
Pero cada día se acaba, vuelvo a la misma trampa de la que salgo con los cascos puestos, con música de fondo esperando que el día me depare algo más. Me tumbo en la cama rodeada de paredes que me gritan, cuestionan mis acciones y no me dejan respirar. Es la soga que me ahoga y de la que no puedo escapar, estoy atrapada en una cárcel en la que ni por la ventana pasan los rayos del sol.
En mi mente se acumulan palabras que retumban, y comienzan aglomerarse hasta que como las nubes, ciegan todo mi ser. Lo que más duele son los relámpagos que  impactan n mi sien,  queman cada centímetro de mi y no dejan más que cicatrices invisibles a cualquiera.  Lo que ayer creí un logro, hoy no es más que una decepción mas, ver como nada avanza , que si me estanco no hay nadie que me tienda la mano, me saque del agujero y me cure las heridas. Nadie con quien compartir sueños, alcanzar metas o simplemente disfrutar una sonrisa que me devuelva la vida.  Porque no hay nada que canse más que andar entre distintos corazones que no aportan a tu vida más que decepciones. 
Que lo más valioso que se puede tener es una persona que esté ahí día a día, ofreciéndote su mejor sonrisa, que este en los buenos y en los malos momentos, a la que poder acudir cuando no quieras nada más que una simple caricia sin pedirla. Lo que cuesta es encontrar a alguien que, al entrar en tu vida, quiera vivirla contigo, disfrutando el viaje, el paisaje y la compañía en un trayecto sin fin. Lo fácil es estar con personas que; como entran en tu vida se van , quizás con tu corazón debajo del brazo , pero que por cualquier cosa por la que estés pasando no se va a molestar en apoyarte o ofrecerte un hombro en el que llorar, porque no eres más que un simple transbordo con el que esa persona va a llegar a su destino dejándote a ti en un andén sin salida.